miércoles, 3 de junio de 2009

Me duele tu enfado.
Me duele tu tristeza.
Me duele tu enojo.
Pero lo que más me duele es tu silencio...
Sentir que te escondes de mí.
Que estás detrás de tus "no sé".
Que, como el tango:
Te busco y ya no estás.

¿Necesitas una excusa para separarte de mí?
Puedo subir la montaña más alta
con tu ayuda.
Sin ti, me cansa hasta jugar al escondite,
me cansa saltar obstáculos,
me cansa pelearme con tu orgullo,
me cansa golpear la puerta
que ambos queremos que se abra
y tú mantienes cerrada.

No creo en tu confusión sino en tus frenos.
No creo en tu "tiempo" sino en tu orgullo.
No creo en tu odio sino en tu frustación.
No creo en tu conducta sino en tu sentir.

Me siento como el ciego del poema de Rafael León
"que agita su pañuelo llorando
sin darse cuenta de que el tren
hace rato ya que ha partido..."
¡Ven! ¡Abre! ¡Habla! ¡Pelea!

¡Que aquí estoy!

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